Johny Cruz quiere ser todo seriedad y estudio; Shane Barret, en cambio, sólo quiere jugar y divertirse. Entonces, ¿quién crees que sale ganando? Digámoslo así: la resistencia de Cruz a las persuasiones de su novio nunca llega a mucho. De hecho, en menos de dos minutos hace trizas la llamativa ropa interior de Barret, dejando a un lado el bolígrafo y el papel para prestar toda su atención a la polla gruesa, carnosa y sin cortar que sabe muy bien que está metida dentro de los pantalones de su compañero.
No es que Barret parezca menos inclinado a darse un festín de salami si se le presenta la oportunidad, sobre todo si nos guiamos por su excelente actuación con el botón de Cruz poco después. Pero no es precisamente una sorpresa darse cuenta de que es Cruz quien va a restarle importancia al desbocado lameculos de Barret; y, tras aprovechar la oportunidad para burlarse del agujero de Barret con un entusiasta anulingus, ¡el chico no tarda en estar postrado sobre el escritorio aguantando cada centímetro que el activo puede empujar en su dirección!
Comienza una tremenda escapada rompepelotas y rompe sacos que, casi con toda seguridad, te llevará a los pañuelos de papel mucho antes de que Cruz se corra (literalmente), después de haber cabalgado la polla de Barret como el auténtico profesional que todos sabemos (y amamos) que es. Pero lo que merece más atención es la visión de Barret escaldando la lengua de Cruz y rociando crema por toda la bonita y juvenil cara del chico: el joven calcetín sorbe hasta la última gota como si de ello dependiera la existencia de sus próximas diez colocaciones pornográficas. En tres palabras: ¡caliente, caliente, caliente!
