«Arrodíllate», ordena el obispo Angus al hermano Brier. El muchacho había sido sorprendido desobedeciendo las normas de la Orden con demasiada frecuencia como para escapar al castigo. Los sacerdotes se reunieron y decidieron que Brier debía enfrentarse a la camilla, una de las tareas más difíciles que podían imponer a un misionero. Se trata de un largo tablón de madera tachonado de clavijas diseñadas para estirar el culo del muchacho mientras avanza de un extremo al otro. Las clavijas se hacen más grandes a medida que avanza, y muchos chicos no tienen el valor de hacerlo del todo.
Sin embargo, Brier no tiene ni idea de lo que le espera. Lo único que sabe es que le espera una disciplina intensa. Es guiado a la camilla por el obispo Angus, que se ha interesado personalmente por el viaje del muchacho hacia los niveles superiores de la Orden. La cabeza de Brier está completamente cubierta por una capucha roja, y se encuentra en total oscuridad mientras tantea a su alrededor en busca del toque de guía de Angus. Confía en el hombre, pero comprende que su desobediencia podría hacer que incluso los sacerdotes más bondadosos se volvieran contra él.